martes, 27 de abril de 2010

Piedra

"Aunque todos pierdan su confianza, yo no.
Me quedaré contigo aunque tenga que dar la vida".
Simón Pedro, hijo de Jonás.
Año 30 DC.


por Gabriel Genri

PETROS I

Demasiadas cosas dichas en un gesto destinado a desaparecer en la oscuridad de la nada. Frases, intenciones, gestos, posturas. "Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces" dijo Jesús a Pedro. Un lobo con piel de cordero. Un cordero con piel de lobo. ¿Dónde está el acto verdadero, la actitud verdadera, que revele en un instante todo lo que somos?,
¿todo lo que soy?, ¿Soy Pedro?

¿Es el gesto definitivo, final, de dar la vida por los otros la pura expresión de una Verdad, o este re-negar de todo lo que creías verdadero? ¿La verdad se impone o la culpa: "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa"?

"Señor, no soy digno de morir como tu", exclamó Pedro y pidió como último deseo que lo crucifiquen de cabeza. ¿Es esta nuestra humanidad redimida?. Pedro avanza hacia la muerte, firme, decidido, como el último gesto de libertad y arranca a sus captores todo el poder. El poder de matarlo. Porque la muerte ahora es su decisión.

¿O la muerte es la consecuencia asumida, racionalizada de una elección anterior y es esta decisión la que da cuenta del mayor gesto libertario de Pedro?. Pedro frente a Pedro. Pero ya no es la imagen invertida de Pedro en el espejo. Ya no es Pedro frente a Dios o Pedro frente al Imperio. Es Pedro frente a Pedro, cara a cara con sus tres negaciones, con sus vicios, con sus virtudes, sus miedos, odios, amores, alegrías, desdichas, dolores.

Es Pedro hundiendo su cara en toda su propia inmundicia de humana universalidad. Es Pedro contra Pedro. Piedra contra Piedra, golpeando, rompiendo, quebrando, desmoronando a fuerza de muerte y sangre el maldito muro de los lamentos. El gesto desapareció en el silencio de su último suspiro.

PIEDRA II

Pedro escribe desde la cárcel del Imperio, pero no escribe. Apenas dibuja en el aire ademanes. Pedro grita con mil voces, lo que su corazón no quisiera oír, pero no rompe el silencio. Un silencio pesado, viscoso, asfixiante.

Es Pedro dentro de Pedro, que habla a Pedro, y otro Pedro que habla a este Pedro, pero ese otro Pedro también es hablado por otro Pedro, que habla a su vez de Pedro, quizás desde otro tiempo, o quizás sea el mismo tiempo o el mismo Pedro el que habla, pero no habla. Aunque lo desea, no habla. Apenas dibuja en el aire ademanes inútiles, como este silencio, o estas paredes que intentan retener lo que ya esta preso.

PEDRO III

¿Qué hay con vos Pedro?, ¿Por qué estas aquí?. Créeme que si pudiera escapar, escaparía. O quizás estoy algo cansado para escapar. La verdad… ¿La verdad, Pedro?

QUEFÁ IV

¿Andrés?, ¿Andrés, aún estas despierto?. Recuerdas la barca de papá en Betsaida. A veces regreso en sueños a la tarde en que papá nos enseñó que más importante que conocer los nudos de tu red, era saber desanudarla. Tengo hambre… Calla y duerme Simón, mañana llegaremos a Samaria.

ROCA V

¿Qué habrá sentido Magdalena al tensar la cuerda sobre el cuello de Judas?, ¿Cómo habrá palpitado su corazón al besar Jesús sus labios?, ¿Cuál habrá sido su dolor frente al hombre que agonizaba en la cruz?.

- ¿Por qué hemos de hacerte caso Magdalena?

- No has visto acaso lo que han hecho con él, qué no harían con nosotros.

¿Ay ! qué fue de ti Magdalena?, ¿Dónde estarás en estas horas de cautiverio y terror? Libérame del dolor de no ser.

PETROS II

Suena, hasta romántico, podría decirse. "Pedro avanza valientemente hacia la muerte con la seguridad de quien se sabe vencedor". Pero Pedro simplemente camina, como quien esta aturdido por la claridad de una conciencia que le revela que todo lo que pueda acontecer no va ha modificar en nada lo que de todas formas va a suceder. No hay intervención del deseo, del azar, o del propio Dios capaz de detener la obstinación del hombre dispuesto a matar.

Quien se haya enfrentado a un hombre que huele a muerte sabe de lo que hablo. Pedro avanza aturdido por el frío que nace de sus propios huesos, que revuelve las tripas. Mira sin mirar. Apenas uno más del rebaño rumbo al matadero. No hay nada de romántico en saberse muerto en apenas unos minutos.

PIEDRA I

¿Quién decís que soy yo? - Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Replicando Jesús dijo: Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne, ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos y lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.

QUEFÁ III

Entre esto y aquello algo paso. De niño solía tener una pelota de trapo. Aunque tenerla es una forma de decir. Ella estaba y punto. O tal vez sea otra trampa de mi memoria. Como sea, hoy no importa… Ella estaba, o parecía estarlo, o no estaba con tanto trapo rojo envolviéndola y yo intentaba atraparla desde mi niñez desnuda.

PIEDRA IV

¿Por qué?, ¿por qué yo? No ves acaso que tiemblo frente al paso del gentío, que oculto mi rostro, que me escabullo en los pueblos al anochecer, que ando como paria huyendo de los caminos. En Samaria me alcanzaron noticias de Santiago, el mayor…está muerto. ¡Muerto! ¿No ves, carajo que no quiero morir? No quiero morir, no quiero morir…

PAPA I

Casi todo ya ha pasado. Y si bien te has perdido en silencios distantes, aún el aroma de tu cuerpo me persigue. Apenas te vi aquella noche en casa de Caífas. ¿Tú eres el sol amada mía? Al menos lo fueron tus labios. A veces imagino a Taia jugando con una pelota de trapo roja, y no sé, no sé si será suficiente lo que hago. Espero que ella algún día pueda entenderlo. ¿Qué habría sido de todos nosotros si tu impetuosa juventud no nos hubiera obligado a huir? A veces lo pienso.

ROCA IV

La espesura de la noche anunció malos presagios, que la llegada del amanecer no hizo más que confirmar. Sobre la esquina norte de la plaza de Jerusalén, Magdalena encontró a Pedro.

- ¿Quiénes se lo llevaron? Responde, responde, ¿Por qué no hicieron nada?

Magdalena llora y golpea el pecho de Pedro como si ese simple acto pudiera devolverle la libertad. Pero él no es capaz de mirarla, apenas levanta su brazo señalando el templo. Magdalena corre. Pedro continúa golpeando su pecho. El peor terror no se esconde en la oscuridad, se ilumina como el día en el centro mismo del alma.

PEDRO II

Aún no sé si fue el azar o la providencia la que trajo mis huesos hasta aquí. Tampoco sé si fue la valentía, o el temor de no saberme lo que me impulsó a hablar. O tal vez fue esta necedad mía de corregir lo que está mal parido. Pero aquí estoy. Aunque tú ya no estás…

"…partió el pan y lo repartió entre sus discípulos diciendo: haced esto en conmemoración mía…"

PETROS III

Ya se aprestaban las tareas para una nueva cosecha cuando llegaron a Roma noticias de la crucifixión. Nerón aún era un niño que jugaba en las escalinatas del Senado, pero alcanzó a escuchar a Tiberio, el emperador, diciendo: "Muerto el perro, se acabó la rabia".

ROCA II

- ¿Quién fue el traidor? Dímelo Pablo, que yo misma terminaré con su vida. Vos, vos Santiago, lo sabes. Lucas tú me lo dirás.

El miedo y la desorientación se habían apoderado de todos. Habían pasado cuatro días, pero aún ninguno se atrevía a hablar de la traición. Pedro regresaba del sepulcro, junto a María y Juan, cuando se sumó al grupo.

- Vos!, señalo Magdalena a Pedro.

- Vos, me lo vas a decir ¿quién fue el traidor?

- Judas, señora mía. Judas, respondió.

Todos permanecieron cabizbajos, sólo María y Magdalena apenas cruzaron sus miradas. Magdalena partió en silencio hacia Jerusalén.

PAPA II

Querida Taia quizás hemos dado demasiada importancia a las palabras y ellas hoy nos gobiernan. Tal vez sea mejor permanecer callado, tan solo escuchar nuestro propio silencio. Pero cuidado Taia, tampoco des tanta importancia a mis palabras, solo cuando el silencio habla hay verdad.

Si te digo que papá te quiere. ¿Cómo puede ser verdad?¿cómo podemos creer que en tan solo tres garabatos puedo atrapar todo esto que me quema? Tal vez sea mejor contemplarte en silencio. Callar, acariciar tus manos, entrelazar nuestros dedos y solo eso. En silencio mirarte jugar.

PIEDRA

La espada bajó certera sobre la cabeza del sacerdote. Un corte limpio arrancó su oreja. Tan solo luego de unos segundos comenzó a brotar la sangre. Corría por su cuello, hasta su pecho.
- “¡Basta!”. El grito aturdió a toda la guardia imperial. Judas dio un paso hacia atrás. Pedro detuvo en el aire su segunda embestida. La bronca nunca le hizo temblar el pulso. Lucas, Juan y Santiago blandieron sus espadas junto a Pedro. El gesto amedrentó a los curiosos.

- ¡Basta! - replicó Jesús, y dio dos pasos para interponerse entre ambos grupos. Con parte de su toga improvisó una compresa, para detener la hemorragia del sacerdote fariseo: Malco, era su nombre y no dejaba de chillar.

PETROS

Como un de repente, como un de pronto las piedras llovieron, si es que las piedras pueden llover como un De Repente. O tal vez llovieron como un Ahora, o un Desde Siempre. O más bien como un Hasta Nunca, pronunciado por los labios que amas, y golpea haciendo jirones la piel y el corazón.

Esteban cayó de rodillas, apoyó sus manos en un intento inútil por reincorporarse. Entre los empujones y los insultos adivinó la risa de Saulo, el de Tarso. La sangre golpeaba su pecho y el miedo cerraba su garganta. No había nada por hacer. Las caras de odio del Sanedrín se reflejaban en el charco de su propia sangre.

PIEDRA V

Esta historia, como la de la humanidad, no tiene final. O quizás sí.

Será tu decisión y tu responsabilidad, hacerte cargo de las consecuencias que traerá aparejadas. En juego está su libertad.

Petros, Quefá, Roca, Piedra, fue el primer Papa de la Iglesia Cristiana. Pero también fue simplemente, Simón Pedro, el hijo de Jonás.

Un tipo común que tomo decisiones y se fue construyendo a si mismo en un mar de contradicciones.

De ti dependerá si elijes una subjetividad que se afirma en la resistencia al Poder, un sujeto cuya existencia descansa en liberarse, hasta de la misma oposición al Gran Otro.

O una subjetividad genuflexa, un sujeto adaptado, adocenado que, para sobrevivir, paga el alto precio de la subordinación al Otro.

La decisión está en tus manos. Desde siempre.

Gabriel Genri

lunes, 8 de marzo de 2010

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